28 de mayo de 2011

LA VIDA DE LA OLA

  
Hubo un hombre en un país lejano que se bajó los pantalones y mostró al mundo otro camino. Aquel loco naufragó por mares uniendo a su causa a quien quisiera correr el riesgo de ir tras ella, no me pregunten cual era, nadie lo sabía. En el camino todos recogían girasoles, se convirtió en su alimento, en la fuerza que los hacía súper poderosos ante los monstruos del pantano, poco a poco su fisionomía cambió, ya podían camuflarse en el bosque. En su recorrido encontró tres simpáticos desconocidos que se unieron. Con canticos y alharacas despertaron risas, admiración y esperanza.    
En uno de los puentes del reino hubo una pelea monumental. Nuestro valiente caballero se enfrentó a bestias salvajes, diestras en la pelea. Aunque parecía caer ante los adiestrados combatientes una ola de apoyo llegó de los monstruos verdes que lo acompañaban, aplastaron a la mayoría, menos uno, ese era el más peligroso. Tras él: un Ejército completo. El cielo se oscureció cuando apareció el que no puede ser nombrado.
La disputa se aplazó. Los Ejércitos organizaron sus mejores estrategias -los animalejos verdes eran poderosos pero difícilmente iban a lograr vencer las maquinas con las que contaban los enemigos-.
El pueblo entero se reuniría aquel día para elegir al victorioso. Los rivales estaban comprando ya algunos votos, con sus mágicos poderes levantaron a los muertos y los obligaron a honrarlos en la victoria. El caballero de las nalgas verdes fue abatido, cayó en la arena, la sangre derramada provocó el silencio más tenebroso visto alguna vez en el reino.
Nadie supo por mucho tiempo de aquellos bichos raros. Hasta que uno de los simpáticos hombrecillos quiso conquistar ya no el reino sino un pequeño pueblo, pidió la ayuda al que no debe ser nombrado y derramó la sangre de muchos de los hombres verdes.
¡Basta! Todos sabemos que esto no es un cuento de hadas, que nuestros personajes tienen nombres, que esto no lo soñé.  
Recordar los debates presidenciales del año pasado me trae a la memoria risas, sorpresas, silencios pero sobre todo indignación. Las incoherencias, los discursos carentes de sentido, los silencios más de ignorancia que de sapiencia del candidato Antanas Mockus desanimaban a una ola entera que se movilizaba en el país convenciendo a los colombianos de a pie –que son finalmente los que eligen- de un cambio en la manera de gobernar.
Imagino a Lucho Garzón, Sergio Fajardo y Enrique Peñalosa agachando la cabeza, avergonzados y desanimados por las destrezas del candidato, ¡verdes de la ira! sin embargo, los vi siempre apoyándolo, con coraje, convicción y en la disidencia interna fortaleciendo el naciente movimiento, la ola parecía alcanzar la cúspide, fue tanto el miedo, que los rivales tuvieron que adoptar nuevas estrategias, los verdes arrasaban, eran noticia y no por fraudes, no por escándalos, irrumpían en la opinión por sus buenas intenciones.
Hoy, cuando el candidato a la alcaldía de Bogotá Enrique Peñalosa recibe ayuda del que no debe ser nombrado y da la espalda a muchas de las ideas del partido no hay un consenso, sino que cada uno agarra su maleta y  se devuelve por donde vino, algunos van al bando del enemigo.
Antanas Mockus se equivoca. Pedirle a Peñalosa que se vaya es estúpido. Enrique, como muchos soportó las incoherencias en la campaña presidencial y aunque no compartió muchas de las percepciones estuvo ahí aguardando, acompañando y creciendo. Mockus sobredimensionó sus frases épicas. ¡No todo vale! ¡Más educación, menos corrupción! ¡La vida es sagrada! Etc., ¿acaso el canoso Peñalosa va ir en contra de esto?
Es cierto que perdonarle al que no debe ser nombrado todos los errores de su gobierno no es fácil. Sin embargo en el consenso se hace democracia. La exclusión solo genera odios. ¡Esta sociedad está harta de esto! El profesor Mockus solo está logrando que la vida de la ola se apague, que haya disidentes, que los verdes pierdan fuerza, que la luz que encendió se apague. ¡Si esto fue un experimento académico que lo diga!

No sé si Peñalosa vaya a ganar, ya son más de cinco candidaturas de las cuales solo ha ganado una. Lo que sí sé es que apuñalear al amigo verde es bajar la marea, crear dudas en los electores, dividir. ¡Para ganar no todo vale! Pero tampoco es posible seguir perdiendo porque al héroe no le parece. El problema es creer que el partido verde es Antanas Mockus. ¡No! Sus ideas dieron fuerza al movimiento pero también pueden matar el sueño político. Aun creo que los monstruos verdes pueden ganar la batalla.

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