15 de mayo de 2011

LA DEVOCIÓN PAGANA DE LOURDES

(Texto publicado en la Revista Directo Bogotá)


La devoción pagana
de Lourdes






Ómar Vásquez Ocampo
andres_sovereign@hotmail.com
Twitter: @vasquezomar


En el sector que alberga la mayor
población de la comunidad LGBT-Lesbianas,
gays, bisexuales y personas transgénero- 
en Bogotá, se encuentran Jean
Paul y Blanca Inés Durán. Él, un
gay menor de edad. Ella, la alcaldesa
de Chapinero. Ambos enfrentan el
problema que afecta a la localidad por
la prostitución de menores y de jóvenes,
visible en la plaza de Lourdes justo en el
atrio de la Iglesia e invisible en decenas
de bares que bordean la ilegalidad.


*********************************


La alarma suena temprano porque es viernes, comienzo
de un fin de semana agitado para Jean Paul.
Enciende la radio. La música de la diva del pop Lady
Gaga lo invita a posar frente al espejo, que le rebota
su imagen de fashionista*: abundante gomina,
pantalones entubados, camisa de rayas con un botón
desabrochado que deja ver su pecho lampiño, saco
negro y zapatillas verdes de marca —compradas en un
almacén de Chapinero— y mochila al hombro.

El paisa, radicado en Bogotá desde hace ya varios
años, se destaca entre otros jóvenes que transitan en
las calles abarrotadas del sector por su movimiento
particular de caderas. Jean Paul afirma sentirse siempre
en una gran pasarela donde él es una estrella.

La mañana se va en compras de la ropa que lucirá en
la noche. “¡Hora del almuerzo!”, gritó emocionado
como si estuviera esperando ese momento. El lugar:
un restaurante cercano al Carulla de la 63 con 7ª.
El banquete: fríjoles, arroz y carne, consumidos con
una charla de amigos. El anfitrión: Jean Paul, quien
presenta el plan de acción. Los invitados: tres jóvenes
con cabello largo (uno lo lleva peinado en punta, otro
lo tiene atravesado en la cara de tal forma que sólo
se asoma un ojo y el más joven lo lleva partido a la
mitad). Martín, Jorge y Camilo escuchan atentamente
las instrucciones de Jean Paul.


Nuestra Señora de Lourdes

La iglesia más tradicional de la localidad de Chapinero
es la de Nuestra Señora de Lourdes, fundada en 1875
por el arzobispo Vicente Arbeláez. Elías Portanés,
sacerdote español que lleva allí más de 20 años y en
Colombia medio siglo, afirma que la mayor parte de los
fieles de Lourdes no son habitantes de Chapinero, “los
que vienen son personas que están de paso, que evitan
la hora pico, que esperan a alguien y entran a rezar un
poquito, que esperan el Transmilenio, en fin…”.

El sacerdote afirma que la iglesia de estilo gótico está
en un lugar referencial de Bogotá y que es “uno de
los sectores más inseguros de la ciudad. Hay de todo:
marihuaneros, drogadictos, corruptores de menores y
ladrones, y la Policía no puede hacer mucho”. Añade
que “las leyes son muy permisivas; la Alcaldía no tiene
leyes para actuar, y la iglesia no puede más que señalar
los focos de delincuencia a las autoridades”.

“El tema con estos ‘pelaos’ es que generalmente los
echan de sus casas por ser homosexuales; como la
mayoría no tiene educación superior, terminan en
prostitución o en alguna de las redes de delincuencia
del sector”, dice la alcaldesa de Chapinero, Blanca
Inés Durán.

La cita

Luego de salir de una peluquería del sector, Jean Paul
vuelve a su base de operaciones en Lourdes. En la
iglesia, frente a la inmensa puerta que lo quintuplica
en tamaño, se ubica como quien conoce la movida.
“Aquí llegan muchas y quedan pocas, mi amor”. Aclara
que aunque la proliferación de “acompañantes” en
Lourdes es evidente, hay mecanismos de selección, y
los que llegan tienen que dar parte de sus ganancias
a los otros, “eso cuando no se ganan la mechoniada o
peores cosas”, aclara.


Las riñas por un cliente o por enemistades entre
pequeños grupos de amigos son frecuentes en este
sector; cuando la noche cae se sienten más libres
para golpearse, insultarse, quitarse sus pertenencias
e incluso apuñalearse. Jean Paul casi muere en una
de esas peleas; perdió mucha sangre y sus amigos lo
dejaron tirado en el suelo para no tener problemas con
la Policía. Pasó dos semanas en un hospital y cuando
estuvo mejor volvió, reunió a un grupo de amigos y
juró vengarse de quienes lo atacaron, y así lo hizo.
“Aquí quien la hace la paga”, sentencia Jean Paul con
patético ímpetu.


Jean Paul conoce el negocio. Sus clientes son fijos,
reparte tarjetas con su nombre, teléfono celular y
horario de atención. Chapinero es zona gay, congrega  
a miembros de la comunidad LGBT de todo el país.


“Cuando vienen los ‘cuchos’ buscan peladitos bien
arreglados, ojalá ‘pollitos’ y cuando llegan los nuevos y
son vírgenes, cobran más”.

Ese viernes tiene cita con un hombre vestido de
traje, corbata, zapatos de charol, de unos 50 años; lo
acompaña a una panadería frente a la plaza, conversan,
sonríen, toman un café, no tienen sexo, pero eso
cuesta dinero, el tiempo vale. Por prestar servicios que
van desde besos y compañía hasta sexo puede cobrar
de $30.000 a $100.000.

Cuando este joven termina su jornada, que va de
las cinco de la tarde hasta las ocho o nueve de la
noche, sólo tiene que dar unos pasos para enfrentar
un nuevo reto. “Cuando se acaba, se acaba; tampoco
me voy a quedar toda la noche como otras puticas
que le hacen a borrachos y gente fea. Yo busco nuevos
rumbos, mi amor”.

Algunos de los vendedores de Lourdes se acomodaron
a la realidad de la plaza principal de Chapinero. Miguel
—vendedor de minutos a celular— señala que “hay
maricas, lesbianas, ‘cigarrones’, vendedores de drogas,
hay prostitución de niños, de hombres […], de niñas
no, ¡se mueren de hambre aquí!, este es un sector gay.
En Lourdes está lo peor de Bogotá”.

Los vendedores no sienten la presencia de la Alcaldía
Local, aseveran que nunca ven a funcionarios de programas
sociales en el lugar y que hay indiferencia, no
solo de organismos estatales, sino también de quienes
trabajan allí: “Aquí todos vemos de todo, pero nos
hacemos como si nada, cada uno en lo suyo, trabajamos
y dejamos trabajar; todo aquí es normal, uno que
otro atraco de vez en cuando, uno se acostumbra”, dice
Alfonso Méndez, lustrabotas en la plaza.

Menores de edad entre los 13 y 17 años desfilan en
su propio reinado de pobreza y ambición. Frente
al templo, niños y jóvenes de Chapinero y de otras
localidades compiten por el cabello más liso, el jean
más descaderado, la cola más levantada, la camisa más
llamativa, el contoneo de caderas más provocador,
los músculos más marcados, para subirse a uno de los
lujosos carros que paran y pitan.

Fabiola, vendedora de dulces, conoce los clientes fijos
de estos menores. “Son los ancianos; esos viejitos
llegan por ellos, parecen los papás, por eso pasan desapercibidos,
también vienen a recogerlos oficinistas”.

Al respecto, la alcaldesa de Chapinero explica: “Estamos
haciendo control. Ahora, si preguntas a los vendedores
ambulantes por mí, todos me odian; yo tengo que
hacer control de espacio público y a todos los retiro.
¿Qué dicen los vendedores de Lourdes?: ‘¿Por qué nos
retira a nosotros y no a los homosexuales?’. ¿Yo puedo
retirar a una persona por ser homosexual? ¿Es lo que
me están pidiendo? ¡No lo voy a hacer!… El control lo
hacemos, pero yo no voy a permitir que una persona,

por el hecho de ser homosexual, deje de caminar en
Chapinero”, reitera a los vendedores.

Una noche desaforada

Los nuevos rumbos a los que se refiere Jean Paul
cuando termina su jornada lo llevan al encuentro de
viejas amistades, del beso enérgico con la vendedora
de dulces frente al bar que frecuenta y de su “parche”.
La bandera gay, que tiene como símbolo el arcoíris, se
extiende de par en par. Un pequeño lugar de dos pisos
abre las puertas al joven que aspira la primera dosis
de cocaína de la noche, que lo lleva a disfrutar sin
inhibiciones: “Bailo con más frescura… yo la paso del
carajo cuando me trabo”.

Al parecer, sus planes no están en aquel lugar, así que
ingresa a Leo’s y Dcool —dos populares bares de la localidad—
ubicados en la calle 59 cerca a la carrera 9ª.
En el primero recurre a su documento para ingresar;
en el segundo la bienvenida es con “perico, periquito
del mejor a 7, a 7” (a $7.000 la dosis de cocaína).

Hay que aclarar que Jean Paul tiene solo 17 años. Al
primer bar entró por amistad con el celador del lugar;
al segundo, por la tarjeta de identidad vencida que
obtuvo de un amigo suyo que ya cumplió los 18: “Fue
un regalo en mis 17. Ese es mi pasaporte a la felicidad”.
En Dcool entró sin problemas, bailó con un joven
enérgico que se quitó la camisa y apretó el delgado
cuerpo de Jean Paul.

Y es allí donde se encuentra con Martín, Jorge y Camilo,
listos para la ejecución del plan, con ropa llamativa
y capas de maquillaje. Los dos primeros tienen 16 años
y, el último, 17.

“Orden de cierre definitivo”

La alcaldesa de Chapinero reitera que “cada fin de semana
estamos cerrando entre tres y cuatro establecimientos
por permitir la entrada de menores de edad, pero
¿qué hacen estos establecimientos? Tienen caletas para
guardar a los muchachos; cuando llega la Policía los
esconden en un baño, una bodega, o usan contraseñas
falsas para que ellos se identifiquen o los sacan por un
lugar alterno”. Y anuncia que está la Alcaldía “metiendo
infiltrados para que identifiquen a los menores y cuando
lleguemos no nos tomen el pelo”.

El bar Dcool, al que Jean Paul ingresó, ha sido cerrado
cinco veces. “A ese lugar le estamos haciendo proceso
de orden de cierre definitivo por el reiterado incumplimiento”,
dice la alcaldesa.

Ejecución del plan

Los invitados y el anfitrión, cervezas en mano, bailan
en círculo. Shakira, Beyoncé, Madonna y en especial
Lady Gaga incitan a Jean Paul a desaforarse; su baile
despierta la atención de Néstor, un hombre mayor,
quien más tarde lo invita a sentarse a su lado y tomar
de su whisky; pronto se acercan los invitados, todos
beben de la botella de Néstor.

Cambio de género. Una salsa clásica separa a Néstor de
su puesto; lleva a Jean Paul a la pista, allí el hombre
le propone al joven casarse con él y le ofrece mucho
dinero para complacer sus gustos. Es el momento;
ahora o nunca: los invitados saben qué hacer, un poco
de droga en la bebida de su víctima y listo. “Lo necesario
para dormirlo, para que no nos moleste mientras
nosotros hacemos lo que tenemos que hacer”, señala
Jean Paul.

Pronto la música a gran volumen, el baile y el ruido se
transforman en silencio. Un motel frente a Teathron
—la discoteca gay más grande de Colombia— es el lugar
elegido. “Toca quitarle todo, no se le deja nada de
valor, sólo para el taxi; desocupamos su cajero, todo lo
hacemos con cuidado; pero este traía joyitas y efectivo,
con eso nos conformamos, no somos tan ambiciosas”,
asegura Jean Paul con picardía.

Al salir de allí van a la casa de Martín, llevan las
cosas, hacen una especie de inventario de lo robado y
vuelven a los bares. “¿Qué si la noche se acaba? Para
nosotras no, mi amor, es el momento de celebrar, a
gastar se dijo…”. A las tres y media de la madrugada
ingresan a un amanecedero-bar ubicado en la calle de
los mariachis, la 57.

Frente al “amanecedero” de la calle de los mariachis
se ubica una patrulla de la Policía todos los viernes,
porque pese a que el establecimiento tiene orden de
cierre definitivo, lo siguen abriendo. “En este momento
estamos contratando gente para que entre a los
sitios y esté hasta las tres de la mañana, a ver quién
se queda funcionando después del horario permitido;
seguramente vamos a tener gente rumbeando y de un
momento a otro dicen: ‘Señores, somos de la Alcaldía,
vamos a tener un cierre’”, dice Durán con respecto a
los establecimientos que burlan las leyes.

Sin embargo, la funcionaria considera que hay un
mercado de rumba a esa hora, y que ella preferiría
—si estuviera en su poder— poner a funcionar bares
y discotecas que prestaran un servicio efectivo, sin
esconderse, sin poner en peligro la vida de sus clientes
en vez de provocar lo que hoy está logrando. “Es
preferible que se metan en un establecimiento que los
cuide y responda por ellos”.

“Tenemos control total…”

Carrera 7ª con calle 60, muy cerca de lo que se conoce
como el Gayhills —en la esquina de la Casa del Tango—,
el otrora parque de los hippies alberga a ebrios y
drogados que siguen tomando allí después de las tres
de la mañana, cuando termina la rumba en los bares.
El alcohol viene con ellos desde la casa o lo compran
en licoreras o en el ´Gayrulla’ de la calle 63, como
es conocido el hipermercado que funciona 24 horas,
donde algunos amanecen.

En Chapinero no solo la prostitución de jóvenes se
ubica en la plaza de Lourdes. En la esquina que conduce
al bar La Oficina, cinco o seis jóvenes exhiben
sus cuerpos, esperan un carro o un transeúnte que
les pare. El mercado parece moverse, se quedan hasta
altas horas de la madrugada. Más abajo, en la avenida
Caracas, dos travestis abren su gabardina para dejar
ver su ropa interior de encaje y las botas que les llegan
hasta las rodillas.

“En Chapinero tenemos control total de la prostitución
de travestis”, afirma la alcaldesa. Sobre la bebida en
la calle asegura que tienen un grupo de personas
que controlan el uso de licor en el espacio público y
va acompañado de la Policía. A los infractores se les
desocupan las botellas, se les pone un comparendo y
se les impone un curso cívico; la segunda vez tienen
una multa de $900.000.

“Hemos identificado que el 60% de las riñas se producen
por personas que están tomando en la calle; el otro
40% son riñas que ocurren después de las tres de la
mañana, se pelean por el taxi o porque miró la novia,
luego de salir de los bares. El grupo de gestores de la
Alcaldía y la Policía observa que no se presenten este
tipo de situaciones”, enfatiza la alcaldesa para demostrar
que tienen todo bajo control.

Andrés Lizarralde, coordinador de seguridad de la
Alcaldía Local, recuerda que en Chapinero hay de 70 a
75 establecimientos LGBT, entre los que se encuentran
bares, discotecas, restaurantes, whiskerías. Responde
a las acusaciones que le hacen a Blanca Inés Durán
aseverando que “todo es un asunto de percepciones;
las personas creen que porque la alcaldesa es lesbiana
les da privilegios a los homosexuales”.

Tras reiterar la consigna de la diversidad de la localidad,
Lizarralde continúa: “Desde el 2007 se firmó un
acuerdo con los bares, se articularon dispositivos de
seguridad, se recogieron basuras, se puso más luz en el
sector y ellos debían tener las garantías para funcionar
[…]. También hemos tenido campañas como ‘Y tú,
¿con quién vas?’, donde se promovía la prevención de
los trabajadores sexuales. Hay muchas personas que no
entienden aún que hay opciones diversas y que tienen
los mismos derechos. Nosotros no somos permisivos, incluso
somos más incisivos con el sector LGBT. Yo puedo
demostrar con cifras que Chapinero no es tan insegura
como parece; sin embargo, la gente sigue creyendo que
es muy insegura”.

Sobre este particular, Blanca Inés Durán presenta
cifras sobre el descenso de homicidios registrados en
2009, que llegó a 15 víctimas en un año, y ningún
caso estuvo relacionado con la comunidad LGBT. En los
primeros meses de 2010 la cifra fue de 18 personas.
Con los acuerdos que se han hecho con los bares, la
presencia de menores allí se ha reducido, aunque Lizarralde
admite que algunos incumplen la norma.

Los menores que encuentran robando o en un establecimiento
de rumba gay son conducidos a la Unidad Permanente
de Justicia (UPJ), pero ellos, en su desesperación,
prefieren cortarse las manos o causarse cualquier
daño físico antes que ser llevados a la institución.

La alcaldesa aclara que los recursos son limitados para
cubrir los distintos frentes: “Los habitantes de Chapinero,
según el DANE, son 135.000, a quienes se destinan
los recursos, pero la prioridad es para quienes tienen
necesidades básicas insatisfechas o están en situación de
pobreza, y Chapinero solo tiene un 17% de personas en
esa situación. Nosotros recibimos diariamente 1.500.000
personas que vienen de afuera, población flotante que
también genera problemas, pero no podemos atenderlos,
esa es la descompensación que vivimos”.

Jean Paul sabe que su actitud no es la mejor, y conoce
el plan de Alcaldía para apoyar a los menores en
prostitución. Con la Secretaría de Integración Social
se hace un acercamiento a estos jóvenes. “Proximidad,
proceso de confianza, algunos ingresan a programas
como Misión Bogotá, a estudios de validación o a un
colegio distrital y reciben atención psicosocial”, así lo
define Durán.

La gestión de Blanca Inés Durán —quien en 2010 se
casó con la antropóloga Catalina Villa, vestidas de
blanco y en medio de un ritual celta, en la notaria 28
de Chapinero gracias a la ley 54 de 1990 que les da
derechos patrimoniales a los homosexuales— ha sido
calificada como una de las mejores de Bogotá, y ella
dice que si la van a atacar, lo hagan con cifras, no
con prejuicios: “No tengo la culpa de que la gente le
interese más mi vida íntima”.


*Fashionista: seguidor de la moda

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