29 de mayo de 2011

DIARIO DE UN SOLDADO


Tengo como ganas de entrar al Ejército Nacional de Colombia, quisiera tener el honor de vanagloriarme con la muerte de Cano o alguno de esos bandoleros. En estos días donde he pasado necesidades me ha entrado como ganas de cargarme un falso positivo al hombro. Sí, sería bueno darme unas vacaciones en Tolemaida en una de esas habitaciones confortables, recibir una jugosa recompensa de la institución y volarme para la costa, incluso salir del país.
Me hierve la sangre de solo pensar en la adrenalina que se debe sentir matar a un infeliz campesino o muchacho sin futuro, vestirlo de guerrillero y presentarlo en mi batallón como un bandolero. ¡Ni pensar en la cara de la familia si se enteran! Siempre he tenido una especial atracción por las lágrimas, y sí que van a derramar muchas, no solo cuando se enteren, sino en todo el proceso para conseguir platica de indemnización del Estado.
A propósito, me parece inaudito que esa gente esté pidiendo plata todo el tiempo al gobierno por sus chinos vergajos, que se contenten con que no los jodan, pero eso de quedarse con la plata pública no me parece.
Ve…Que tan bueno sería montarme un negocio de empanaditas en Tolemaida, de lo que venda ahí ahorro y me compro casa, carro y hasta me hago a la beca.  Yo sé que esos pelados que mate –porque pienso hacerme varios trabajitos- se sacrifican por mi futuro, total y a nadie más que a la familia le importan ¿no?
Estuve leyendo y con las gratificaciones que me da la justicia penal militar salgo hasta rapidito si me cogen, además los fines de semana me puedo ir  a donde quiera, eso es cosa de permisos y tramites. Lo importante es que nadie se dé cuenta y ya. Yo siempre he sido especialista en tener un perfil bajo.
¡Qué vida más sabrosa esa!, eso de matarse tanto tiempo en una universidad para terminar de taxista no va conmigo, yo voy a la fija.
Querido diario... hoy que he ya he logrado mi cometido me siento orgulloso, salí en la televisión, me entrevistaron por las bajas que hicimos para el Ejército, mi general me condecoró y me ascendió, hasta medallita me dieron. Nunca pensé que fuera tan fácil lo de los “falsos positivos”.


¿ALÓ?



¡Mamá me robaron el celular! Se ha vuelto costumbre desde que vivo en Bogotá –ya hace 4 años- telefonear a mi madre para comunicarle que nuevamente he sido víctima de inescrupulosos que con un cuchillo de cocina a veces con olores nauseabundos, con pistolas –quizás de juguete- con la táctica infalible de la intimidación, ó de la ligera burundanga ó cualquier utensilio corta punzante del hogar me hurtaron el móvil. Estos vándalos se acercan con una pose de malos a lanzar frases como estas:

-El celular o la vida mano.
-No se haga hacer daño mono.
-Qué se va a pegar de un aparato.

Robar celulares en Colombia es un negocio rentable. Las cifras de celulares raptados por año en el país bordean los tres millones como lo refiere Asocel en sus investigaciones, siendo el “blackberry” el más apetecido. Gran cantidad de estos van a parar a países fronterizos dónde se hace intercambio. ¿Por qué? Los celulares reportados como robados en Ecuador por ejemplo, aquí pueden activarse y viceversa.

Aparece ahora la ley que hará que un celular reportado como robado no tenga utilidad NUNCA más, es decir, ni porque lo coja el ingeniero más teso o el desocupado que conoce todas las técnicas en internet van a poder darle más vida útil a esos aparatos.

La propuesta se suma a medidas que se están buscando para que los ladrones cojan escarmiento y paguen penas severas, y no unas cuantas horas detenidos. ¡Que viva el terror! ¡Que viva el miedo! Desde tiempos remotos la sanción acusando el miedo de la gente.

Después de tantas cuentas alegres me quedan algunas dudas: Si ya el pabellón de parapolítica está en hacinamiento; con tanto detenido que tendría que pagar aproximadamente 6 meses de prisión por hurto gracias a la nueva ley de “pequeñas causas” ¿nos tocaría crear cárceles especializadas para este delito?

Me pregunto qué se pondrán a hacer los “comerciantes” del centro ahora. El negocio que se armaron en plena calle 13 desde abajo de transmilenio y que ya estaba bordeando la carrera séptima se desborona. Pero es que poner en la balanza trabajo informal y al lado vidas humanas que se pierden por robos a mano armada en las calles de Bogotá no tiene sentido.

Y me queda duda frente al empleo. Juan Manuel Santos pretende bajar el desempleo a un dígito. La suma de desocupados gracias a esta ley va a ser significativa. Si bien es cierto que en Bogotá la venta de equipos robados es evidente en el centro, en cada barrio, sector, localidad hay puesticos que ofrecen “abrir bandas”, activar un equipo, puestos donde todo es de segunda. ¿Qué tanto puede afectar esto las pretensiones del presidente?

Y una más: no digo que la ley sea negativa, pero todos sabemos que el problema de raíz no es ese. El problema es y será la educación y las oportunidades. Los que roban o venden celulares de segunda hacen parte de un grupo no tan selecto, más bien grande, de colombianos sin acceso a formación universitaria o empleo digno. ¿Cuándo habrá leyes que permitan que la formación no pertenezca a una élite y si al pueblo entero? Creo que ahí nos evitaríamos tanta gente en las cárceles y tendríamos más personas buscando el progreso del país.

¡Bueno! Por fin podré decirle al ladrón: Viejo, déjeme la Simcard y de pasada el “coco” que para nada le sirve. A veces, como ahora el aviso “sistema correo de voz” nos come minutos,  a veces vidas humanas. Esperemos que estos timbrazos que se hacen tengan eco en la ciudadanía y haya cambios estructurales, esperemos no nos devuelvan la llamada con un golpe de astucia.

RETWEET


Los pajaritos trinaban y trinaban. En la mañana el alboroto  iniciaba con el #combomadrugador. Todos quieren enviar los mejores deseos para el día, los saludos se multiplican, los retweets aparecían.
En el transcurso del día el bufón de turno era trendtopic. ¡Alcanzaba la fama!, su éxito se desvanecía cuando otro atrevido twittero exponía ideas más controversiales o novedosas. Los cinco primeros puestos siempre estaban peleados entre políticos, periodistas o cantantes.
Llevo 4 meses de actividad en la red social twitter. Advierto que nunca pensé durar tanto. No me gusta opinar en la red, las palabras suelen sacarse de contexto, el lector le pone un tono a las palabras diferente al que se envían, hay conflictos, hay exposición. La gente friega por todo, si se me va una palabra sin tilde, si no va la coma ahí, en fin. ¡Hoy estoy sorprendido! Ya tengo más de 12.000 tweets, que más que cualquier otra cosa son pensamientos que se lleva el viento.
Vivir en este espacio de 140 caracteres es una experiencia única. Las peleas entre políticos, los chismes, las exclusivas, las constantes falsas muertes de artistas, la vida personal de mis amigos, de los famosos, las quejas, todo hace parte de un mundo donde la gente se desahoga y donde en la mayoría de los casos no tienen respuesta.
La gente delira. Me río mucho viendo tweets: algunos se creen divas, cuentan hasta sus más íntimos secretos, escriben como si se dirigieran a sus fans. Hay quienes en sus trinos pretenden resumir noticias de medios, hay quienes se la pasan citando frases, quienes cuentan su rutina diaria, por supuesto están los que solo esperan un tweet para criticar, para enviar comentarios desagradables. Existen también pensadores, “filósofos”, quienes creen que están descubriendo el mundo, los fantoches. ¡Es la vida misma! tú esencia en unas cuantas palabras.
Hasta ahora me atrevo a escribir sobre la red social porque apenas siento que conozco la movida, al respecto tengo que decir: es un espacio en el que periodistas, blogueros, artistas y desocupados se sienten pisando fuerte. Nunca pienses informarte en twitter, con tanto comentario por segundo lo único que hay es un sancocho carente de cualquier lógica. ¡No hay que tomarse el asunto en serio! El activismo político no vale, las pataletas de ahogado en un espacio como este no van para ningún lado.
Es cierto que uno puede afligirse cuando en tu recuadro algún seguidor se ha ido. Empiezan las preguntas. ¿Qué habré dicho que no le haya gustado? ¿Será que estoy muy mamerto? ¿Estaré trinando mucho? Sí, a uno sí le importan sus seguidores, los considera parte de una familia, congregación, movimiento, clan, es un organismo viviente. Aunque esté en desacuerdo en la “ley” de sígueme y te sigo (esto no es facebook) si creo que la mayoría está pendiente de sus seguidores, y no es que no los sigas porque sus tweets no te parezcan buenos, sino que hay intereses particulares, a lo mejor no haya coincidencias.
Esta red social te logra afectar, hay gente que se despide, que quiere irse porque le quita tiempo, gente que siente que los comentarios los están destruyendo, sin embargo una energía mística, una suerte de imán sumado a la resistencia los mantiene. Yo creo que muchos tienen ya problemas mentales.
Podría hacer retweet a aquellos que como ciudadanos se quejan, a quienes le piden a sus políticos de turno que esclarezcan hechos, a quienes abren su corazón sin miedo, a quienes convocan, a quienes no les interesa encajar sino reflexionar. Los unfollow son para quienes no manejan sus cuentas, a quienes repiten todo el tiempo cosas que ya otros dijeron, a quienes no aportan nada nuevo, a quienes solo quieren ponerte en mala onda.
Lo cierto es que Twitter nunca duerme. ¡No se pierde el tiempo, se regala! y para regalar siempre tendrás tus palabras.

28 de mayo de 2011

LA VIDA DE LA OLA

  
Hubo un hombre en un país lejano que se bajó los pantalones y mostró al mundo otro camino. Aquel loco naufragó por mares uniendo a su causa a quien quisiera correr el riesgo de ir tras ella, no me pregunten cual era, nadie lo sabía. En el camino todos recogían girasoles, se convirtió en su alimento, en la fuerza que los hacía súper poderosos ante los monstruos del pantano, poco a poco su fisionomía cambió, ya podían camuflarse en el bosque. En su recorrido encontró tres simpáticos desconocidos que se unieron. Con canticos y alharacas despertaron risas, admiración y esperanza.    
En uno de los puentes del reino hubo una pelea monumental. Nuestro valiente caballero se enfrentó a bestias salvajes, diestras en la pelea. Aunque parecía caer ante los adiestrados combatientes una ola de apoyo llegó de los monstruos verdes que lo acompañaban, aplastaron a la mayoría, menos uno, ese era el más peligroso. Tras él: un Ejército completo. El cielo se oscureció cuando apareció el que no puede ser nombrado.
La disputa se aplazó. Los Ejércitos organizaron sus mejores estrategias -los animalejos verdes eran poderosos pero difícilmente iban a lograr vencer las maquinas con las que contaban los enemigos-.
El pueblo entero se reuniría aquel día para elegir al victorioso. Los rivales estaban comprando ya algunos votos, con sus mágicos poderes levantaron a los muertos y los obligaron a honrarlos en la victoria. El caballero de las nalgas verdes fue abatido, cayó en la arena, la sangre derramada provocó el silencio más tenebroso visto alguna vez en el reino.
Nadie supo por mucho tiempo de aquellos bichos raros. Hasta que uno de los simpáticos hombrecillos quiso conquistar ya no el reino sino un pequeño pueblo, pidió la ayuda al que no debe ser nombrado y derramó la sangre de muchos de los hombres verdes.
¡Basta! Todos sabemos que esto no es un cuento de hadas, que nuestros personajes tienen nombres, que esto no lo soñé.  
Recordar los debates presidenciales del año pasado me trae a la memoria risas, sorpresas, silencios pero sobre todo indignación. Las incoherencias, los discursos carentes de sentido, los silencios más de ignorancia que de sapiencia del candidato Antanas Mockus desanimaban a una ola entera que se movilizaba en el país convenciendo a los colombianos de a pie –que son finalmente los que eligen- de un cambio en la manera de gobernar.
Imagino a Lucho Garzón, Sergio Fajardo y Enrique Peñalosa agachando la cabeza, avergonzados y desanimados por las destrezas del candidato, ¡verdes de la ira! sin embargo, los vi siempre apoyándolo, con coraje, convicción y en la disidencia interna fortaleciendo el naciente movimiento, la ola parecía alcanzar la cúspide, fue tanto el miedo, que los rivales tuvieron que adoptar nuevas estrategias, los verdes arrasaban, eran noticia y no por fraudes, no por escándalos, irrumpían en la opinión por sus buenas intenciones.
Hoy, cuando el candidato a la alcaldía de Bogotá Enrique Peñalosa recibe ayuda del que no debe ser nombrado y da la espalda a muchas de las ideas del partido no hay un consenso, sino que cada uno agarra su maleta y  se devuelve por donde vino, algunos van al bando del enemigo.
Antanas Mockus se equivoca. Pedirle a Peñalosa que se vaya es estúpido. Enrique, como muchos soportó las incoherencias en la campaña presidencial y aunque no compartió muchas de las percepciones estuvo ahí aguardando, acompañando y creciendo. Mockus sobredimensionó sus frases épicas. ¡No todo vale! ¡Más educación, menos corrupción! ¡La vida es sagrada! Etc., ¿acaso el canoso Peñalosa va ir en contra de esto?
Es cierto que perdonarle al que no debe ser nombrado todos los errores de su gobierno no es fácil. Sin embargo en el consenso se hace democracia. La exclusión solo genera odios. ¡Esta sociedad está harta de esto! El profesor Mockus solo está logrando que la vida de la ola se apague, que haya disidentes, que los verdes pierdan fuerza, que la luz que encendió se apague. ¡Si esto fue un experimento académico que lo diga!

No sé si Peñalosa vaya a ganar, ya son más de cinco candidaturas de las cuales solo ha ganado una. Lo que sí sé es que apuñalear al amigo verde es bajar la marea, crear dudas en los electores, dividir. ¡Para ganar no todo vale! Pero tampoco es posible seguir perdiendo porque al héroe no le parece. El problema es creer que el partido verde es Antanas Mockus. ¡No! Sus ideas dieron fuerza al movimiento pero también pueden matar el sueño político. Aun creo que los monstruos verdes pueden ganar la batalla.

15 de mayo de 2011

"FUI POR MADERA Y SALI INCRIMINADO"


Un campesino que ahora se dedica a recargar celulares recuerda la tragedia que comenzó el 3 de marzo del 2009, cuando miembros del Ejército de Colombia dispararon contra él y su primo. Fue acusado de rebelión y de ser informante de la guerrilla y pasó ocho meses en la cárcel. El 26 de noviembre de 2009 pudo comprobar su inocencia y hoy intenta conseguir una indemnización del Estado, como víctima sobreviviente de las ejecuciones extrajudiciales, mal llamadas “falsos positivos”.


“Casi que no cuento el cuento”, afirma Gustavo Buendía*, campesino de los Llanos Orientales, de 35 años de edad, tez morena, padre de un niño de cinco años, al recordar lo que ocurrió el 3 de marzo del 2009. Desde noviembre del año pasado, Gustavo vive con sus padres, su hermana, dos sobrinas y su hijo en una casa esquinera que su familia adquirió con un subsidio del gobierno,  ubicada en Puerto Gaitán, Meta*. Su hermana Marta es madre soltera y trabaja como contadora para mantener a la familia. Los padres de Gustavo abandonaron el campo y se instalaron en la ciudad buscando una vida mejor.


Laura, hija de su hermano Ricardo, hace poco sacó la cédula y comenzó la misma carrera de su tía con un préstamo que le hicieron en la universidad. El hijo de Buendía estudia en un pequeño colegio junto con su prima. Como tienen la misma edad, se la pasan de travesura en travesura. Nos sentamos en el comedor al pie de la puerta principal. Gustavo se muestra interesado en contar su tragedia, aunque le preocupa su seguridad; además, la salida de la cárcel no le garantiza que esté a salvo. Comienza su relato con la mirada abstraída, como evocando cada instante de ese día, 3 de marzo.


Esa mañana, Gustavo emprendió un recorrido hacia una finca aledaña a la de sus padres, donde recogería madera para cercar un terreno. Su primo y amigo Juan Buendía* lo acompañó. Cerca al lugar vive su hermano Ricardo, quien los invitó a almorzar. Con energías recargadas salieron al campo, bajo un sol picante. En el camino, cerca a una humilde casa, se encontraron con un sujeto que parecía bastante preocupado, quien les preguntó si habían visto al Ejército en la zona. Buendía de inmediato sospechó, pero como el hombre estaba vestido de civil, no pudo confirmar si se trataba de un combatiente. Afirma que en la región encontrarse con el Ejército o con la guerrilla es muy común, y que siempre ha preferido quedarse callado cuando le hacen ese tipo de preguntas. Le dijo que no había visto ningún movimiento, que todo había estado tranquilo. Luego salió otro hombre, que indagó a los primos Buendía por las razones que los llevaban allí.


Ataque y acusación


Una llamada alertó a los extraños sobre la presencia del Ejército en la zona: mientras uno de ellos respondía el llamado, el otro observaba con binóculos. Gustavo afirma que más se demoró uno de ellos en contestar que los miembros del Ejército en aparecer. Recibieron la orden de tenderse en el suelo, y así lo hicieron; sin embargo, los otros dos sujetos huyeron del lugar. “Los otros hijuemíchicas ahí cerquitica y no haberlos cogido los tiros y haberse volado… raro", opina Gustavo. Los uniformados dispararon a los campesinos Buendía.


Gustavo recuerda con dolor el suceso en el que murió su primo y él quedó gravemente herido. Mientras permanecía tendido en el suelo, Buendía pensaba en su pequeño hijo, en cada momento de su vida, en lo que hizo y le faltó por hacer. Las imágenes
venían a chorro a su cabeza mientras escuchaba a los uniformados asegurar que quienes les dispararon a él y a su primo fueron los dos hombres que se escaparon, que pertenecían a la guerrilla. Los soldados se acercaron a él y aseveraron que no le habían hecho nada y que iban a prestarle los primeros auxilios. Tras unos minutos de estar tendido —que se le hicieron a Gustavo horas de sufrimiento y agonía—, apareció un alto mando del Ejército, quien ordenó a sus hombres que lo acusaran de rebelión y de ser cooperador e informante de grupos al margen de la ley. “Varias veces me preguntaron sí era zurdo o derecho”, afirma Gustavo, quien interpreta el hecho como la prueba que el Ejército utilizaría para inculparlo; piensa que esa pregunta la hicieron para dejar un arma cerca a uno de los costados de su cuerpo.


Además, le pidieron firmar algunos documentos, pero Gustavo, herido en su mano izquierda, a punto de perderla, se excusó aseverando que no podía firmar porque era zurdo. Recuerda que “el brazo estaba sostenido no más por una telita”. Buendía afirma con tristeza que su primo no corrió con su suerte, aparte de morir instantáneamente en el lugar y ser acusado de guerrillero, a él sí le dejaron un arma al lado de su cuerpo. Antes de sacarlo de la zona y de prestarle ayuda, le pidieron un número telefónico para comunicarse con un familiar. “Ellos me veían tan mal que no creían que pudiera salvarme. Por eso fue que me llevaron al
hospital, para parecer héroes y aparte buenas personas, pero el tiro les salió por la culata”, de esa forma los Buendía vieron a Gustavo tendido en una camilla de un hospital con pocas posibilidades de sobrevivir.


En el primer día que pasó en el hospital le practicaron  dos cirugías, una en el brazo para reconectarlo al cuerpo:“Estaba ya muerto, digamos que estuve de buenas y revivió”, y otra en el abdomen: “Eso me rajaron toda la barriga […], yo no sé qué tanta mano de remiendos me hicieron allá”.


“El siete vidas”


Laura recuerda que la primera en recibir la noticia fue su tía, quien luego de la llamada empezó a llorar desconsolada. No quería comentarles a sus padres el terrible suceso por temor a su reacción, por miedo a que doña Marta sufriera un trastorno. Pero, finalmente,
“la familia se unió, sólo pensábamos en que estuviera vivo, que saliera de ésta. Por eso hicimos todo lo que pudimos”.


En el hospital regional pasó casi 30 días en estado crítico. Recuerda que el médico extranjero que lo atendió lo llamaba “siete vidas”, porque en su situación sobrevivir era un milagro. Además, no elimina de sus recuerdos los rostros de los miembros del Ejército
entrando constantemente a pedirle que firmara documentos, y mucho menos a los funcionarios de la Fiscalía que llegaron a imputarle cargos luego de que sufriera tres paros cardiacos.


Estos últimos aseveraban tener pruebas suficientes para inculparlo, entre ellas el testimonio de un reinsertado que afirmaba haber trabajado con Buendía en la guerrilla, testimonio que
complicaba más su situación. El 30 de marzo, Buendía fue llevado a la cárcel, todavía entubado para respirar, con dolores en todo el cuerpo y con dificultad para moverse. Tuvo que recuperarse a la fuerza durante el tiempo que pasó en la cárcel. Sólo el 26 de noviembre del 2009 pudo demostrar su inocencia por falta de pruebas, y porque la acusación se basaba en el testimonio de un reinsertado que nunca existió, o por lo menos nunca apareció en las audiencias.


Laura describe al personaje como “un NN, no tenía una dirección, no tenía un nombre o una fotografía […] fue el reinsertado quien complicó todo este proceso y eso es lo que a uno le da rabia, que en este país pasen cosas tan injustas. El Ejército hace lo que sea para salir
bien y no le importa hundir a una persona sólo por cuidar su nombre”.


Para Gustavo fueron los días más difíciles de su vida: “Con esa debilidad en la que estaba y con esa comidita que dan allá, mejor dicho. ¡Dios mío, antes no se muere uno!”. Lo evoca todo con algo de impotencia: las peleas en la prisión, el ambiente pesado entre paramilitares, mafiosos y delincuentes comunes: “Se agarran a golpes, a cuchillo, como caiga”, y recuerda
que los integrantes del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), “le sacaban a uno todas las cositas, se las volvían una nada, dañaban los colchones buscando cuchillos, marihuana, todas esas cosas; eso es tenaz, pero cuando hay visitas ahí sí se portan bien
para mostrar una buena imagen”.


Pero también hizo amigos, compañeros que le ayudaron lavando su ropa, como el evangélico que terminó siendo santo de la devoción de toda la familia Buendía (“es que eso de lavarle los calzoncillos a otro, sólo lo hace una persona que nace con las ganas de servir”); otros, brindándole alimento; otros ofrecían algo que en esa situación suele ser un regalo divino: compañía.


El 27 de noviembre regresó a su casa con imágenes imborrables en su cabeza: “Me veo tirado allá en el suelo, después a mi familia tratando de alentarme, estoy vivo
de milagro, todo eso no se me va a olvidar nunca”. Hoy, Gustavo Buendía piensa demandar al Estado para que lo indemnice. En la situación en la que se encuentra, sus posibilidades laborales son mínimas, y los daños causados a él y a su familia, irreparables. Tiene
un brazo en estado de inmovilidad, secuelas de las perforaciones en su cuerpo que todavía no cicatrizan y cuatro cirugías pendientes que espera costear con lo que reciba de indemnización. Actualmente, no cuenta  con afiliación al Sisbén. Durante el proceso legal que
llevó en su defensa, la familia tuvo que vender sus bienes, pedir préstamos para contratar a cuatro abogados que llevaron en distintos momentos su caso. Y no han podido iniciar el proceso legal de resarcimiento por falta de dinero.


Algunas noches, los momentos dolorosos vuelven a su cabeza y aunque sabe que los culpables de su situación fueron miembros del Ejército Nacional, Buendía perdona y aclara que no todos los uniformados son así, que también conoce de allí gente buena.
Piensa seguir su tratamiento en Bogotá, donde espera iniciar una nueva vida. Tiempo atrás vivió con su esposa y su hijo en el barrio Veinte de Julio, al sur de la ciudad; trabajó en un reconocido centro comercial del norte, así como en la Terminal de Transportes.


Su matrimonio no aguantó las difíciles circunstancias, y Gustavo se separó de la madre de su hijo. Hoy sobrevive con el apoyo económico y psicológico de su familia, trabaja recargando celulares y es consciente de que no puede rendirse, pues su hijo de cinco años lo necesita. Además, al recordar los desaparecidos de Soacha, sabe que corrió con suerte. Fue un fallido “falso positivo”.


Un informe del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) del 2009 señala que “entre 2001 y 2009 se han encontrado 501 casos con 1.013 víctimas que en su mayoría habían sido presentados como resultado de acciones en combate. […] La Fiscalía colombiana recordó recientemente que 218 uniformados, entre ellos cinco coroneles, seis mayores, nueve capitanes y 14 tenientes, han sido condenados en casos de falsos positivos y que tiene abiertos más de 1.240 procesos por este tipo de ejecuciones con al menos 2.318 víctimas”. Aladino Ríos, campesino colombiano, es uno de los pocos casos de sobrevivientes de los falsos positivos. El diario The Miami Herald publicó su testimonio y en él cuenta cómo se escapó de los miembros del Batallón Magdalena, con sede en Pitalito (ver http:// www.elnuevoherald.com/2009/06/13/474396/laverdad-escabrosa-de-los-falsos.html).


 *El nombre del protagonista de esta historia y el lugar donde ocurrieron los hechos se cambiaron para proteger su identidad”                                                                                             



artículo completo: Publicación en la revista DIRECTO BOGOTÁ

¡Fúmate esta!


Muy bonito que nos estemos preocupando por la salud pública y un tanto por el planeta. ¡Vaya hora! En este asunto la prioridad de las mayorías raya con la libertad individual, la decisión y los espacios se limitan para dar paso al aire limpio y puro. En New York ahora se les dio por prohibir fumar en lugares públicos y abiertos. La creatividad de los dirigentes me sorprende.

En Colombia la resolución 1956 prohíbe hacerlo en espacios públicos pero cerrados. La polémica aquí sigue siendo grande. Fumar puede hacer daño al organismo, producir cáncer, matar. Pero es una decisión del sujeto, como lo es suicidarse o tener una pareja sentimental que te haga sufrir.

Sí a nuestros queridos parlamentarios se les da por tramitar una ley como esas nos queda la casa, el cuarto o el baño. ¡A los fumadores nos están arrinconando! Parecemos delincuentes, estamos acabando con el resto de la humanidad. ¡Brillante! Mientras que hay verdaderos transgresores de la sociedad atentando directamente y sin descaro contra otros ciudadanos las leyes que hacen son para quienes incluso pensamos en otros. Es que fumar en espacio público abierto no concentra ese humo dañino y maldito que  luego podría ser aspirado por las pobres victimas “fumadores pasivos”.

¡Listo! Juguemos el juego. Adiós carros, transporte masivo, adiós industrias, adiós aire acondicionado, aerosoles. Si vamos a pensar en el planeta entonces ataquemos la raíz y no las ramitas, ataquemos el sistema y no al individuo.

Probablemente los hermosos ciudadanos que si piensan en los otros y en el planeta, que seguramente no entienden el significado del término doble moral estén muy contentos y quisieran ver la normita por estas tierras tercermundistas. Pero ni de riesgos. Violentar la voluntad y el libre albedrio del sujeto no puede darse por razones como estas, si lo van a hacer, insisto, que sea radical el cambio, que sea una puya al sistema, pero no de bacanes, no de buenos samaritanos. ¡Ese no es el camino!

Se mueve… la agenda mediática.


Partamos de la siguiente idea: la desinformación está en el exceso de noticias que se sobreponen unas a otras sin permitir a la audiencia asimilar lo que está sucediendo. Para no ir tan lejos: el 29 de Abril el príncipe William contrae matrimonio con la plebeya Catherine acaparando todas las miradas del mundo. El fin de semana Juan Pablo II es beatificado, el domingo mismo Obama le dice al mundo que Osama Bin Laden –miembro de AlQaeda- está muerto. El martes el alcalde Samuel Moreno es destituido por el procurador Ordoñez después de que su primo fuera detenido por el escándalo del carrusel de contratación en la capital. El invierno sigue siendo noticia, que si el presidente viajó en un jet privado con los Nule, que se robaron 35000 millones en desfalco a la salud. La cosa está hirviendo.

La boda real fue transmitida en vivo para el mundo entero, se habló de que si la princesa era parecida a Diana de Gales, que si mantuvo el nombre del diseñador de su vestido en secreto, que si rompía el protocolo, lo que viene para la dinastía británica, la nueva pareja no acababa de salir para su luna de miel y ya estaban siendo olvidados por el mundo porque los fieles católicos que componen gran parte del cosmos religioso estaban honrado a Juan Pablo II, el proceso de santificación arrancaba. Mi mamá no había acabado de rezarse su último rosario cuando ya estaba viendo al presidente Obama en la televisión, habían cobrado venganza, -o hecho justicia mejor- “el terrorista Bin Laden estaba muerto”.

Con una suma astronómica de tweets por minuto colapsó la red social. Los medios dedicaron sus informativos a especiales sobre el futuro de la organización terrorista, sobre el perfil del muerto, sobre análisis de aquello y de lo otro. De repente el martes los bogotanos se quedan fríos con la decisión de Ordoñez que inhabilitaba a Samuel Moreno por tres meses mientras se esclarecen los hechos en las contrataciones en Bogotá, el lío sigue.

Voy a poner a volar mi imaginación ¿Ahora qué puede pasar? Comprueban que Uribe dio la orden directa de las “chuzadas” que la práctica de  los ‘falsos positivos’ es generalizada y sistematica. ¿Los Nule confiesan que el gobierno anterior está metido en todo el carrusel? ¿Sale libre Garavito? ¿La tercera guerra mundial? Estamos ante una gravísima estación de los informativos: la inmediatez, la vigencia de los hechos están opacando grandes escándalos, grandes hitos históricos que deben tener un análisis maduro. No podemos saltar de una noticia a otra sin abrir los ojos y pensar. Tanta información solo provoca que la gente no digiera el suceso y se quede con lo superficial, con el titular, con un acontecimiento más. Nos hemos quedado cortos en el cubrimiento, en la profundidad, en la investigación. La información no se puede pasar por encima. Estos hechos se están quedando en curiosidades cuando son informaciones que afectan los destinos de país y del mundo.

ME PIDO LA JUSTICIA ORDINARIA


Siempre he escuchado decir: la masa se encuentra alienada, no piensa, es vacía. Por estos días solo encuentro razones para reafirmar esta frase. Echando una pasada por artículos que dan cuenta de la ineficiencia de la justicia solo puedo preguntarme: ¿Qué demonios nos pasa? Dejamos que la élite corrupta maneje a su antojo las decisiones y hagan de los cargos que defienden la ley solo un lugar para la burocracia pendeja de este país.

Los casos de Falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales o homicidio en persona protegida, o cualquier otro nombre que quieran poner para distraer la atención del punto clave están pasando por nuestra vista solo como meros hechos que amplían una noticia única. Después de Soacha y de nuestro asombro por la crueldad del Ejército parece ser que todos los acontecimientos son solo ampliación, es inevitable relacionar, es como si los colombianos no supieran de los casos en el Meta, en la Guajira, en Antioquia, casos de indígenas, campesinos, jóvenes, desempleados, etc., ya son más de 2500 casos según la CINEP.

Tolemaida fue un escándalo de tamaña magnitud, mientras las familias lloraban sus hijos los condenados a más de 40 años de prisión se daban la que vida en San Andrés, Cartagena, algunos ya montaron chuzo dentro del centro de reclusión, pero las cosas siguen igual. La justicia penal militar está obrando en defensa no de las leyes sino de quienes hacen parte del fuero militar, es increíble pensarlo, pero pasa. Los militares se están juzgando a ellos mismos, por eso vemos que en los casos 2 pagan, siendo estos oficiales del rango más bajo y 80 quedan eximidos siendo estos generales y coroneles.

¿No es evidente acaso que la práctica sea generalizada y sistemática? No puedo ver estos hechos como aislados. La ONU hace el llamado y el gobierno se tapa las orejas. Denuncias de jueces amenazados, de personajes que recorren en el país a su antojo cuando deberían estar presos, en las cárceles con condenas de más de 40 años.

Matar civiles en el Ejército está de moda. Si tú eres soldado y no quieres hacer parte del combo entonces eres uno más de los falsos positivos en Colombia. Escandalosa es la cifra del CINEP, estos son los casos que se descubren. Pero resulta que hay unos bribones que la hacen “bien”, matan a campesinos, indígenas, civiles y luego reciben ascensos, dinero, un fin de semana libre, vacaciones.

La justicia penal militar está desde todo punto de vista impedida,  amordazada. El ministro del interior y de justicia Germán Vargas Lleras anunció que las cárceles ordinarias estaban listas para recibir a los soldados. Todo el alto mando militar incluido el ministro de defensa Rodrigo Rivera se reunieron para evaluar el caso. Casi que silenciaron a Vargas y lo hicieron retractarse. ¡Qué contradicción! Rivera pidiendo justicia y es uno de los encargados de permitir que no sea posible o que sea más suave para algunos.

La ley es para todos. Los pocos que pagan por casos de falsos positivos están hoy incluso con mucama, en un descanso eterno. ¡Pobres! Me preocupa mucho que se aburran de estar en esa vida tan monótona de mujeres, trago, televisión digital, descanso pleno. El pueblo colombiano debe exigir un cambio en la manera de juzgamiento de estos hechos. Propongo la justicia ordinaria.

LA DEVOCIÓN PAGANA DE LOURDES

(Texto publicado en la Revista Directo Bogotá)


La devoción pagana
de Lourdes






Ómar Vásquez Ocampo
andres_sovereign@hotmail.com
Twitter: @vasquezomar


En el sector que alberga la mayor
población de la comunidad LGBT-Lesbianas,
gays, bisexuales y personas transgénero- 
en Bogotá, se encuentran Jean
Paul y Blanca Inés Durán. Él, un
gay menor de edad. Ella, la alcaldesa
de Chapinero. Ambos enfrentan el
problema que afecta a la localidad por
la prostitución de menores y de jóvenes,
visible en la plaza de Lourdes justo en el
atrio de la Iglesia e invisible en decenas
de bares que bordean la ilegalidad.


*********************************


La alarma suena temprano porque es viernes, comienzo
de un fin de semana agitado para Jean Paul.
Enciende la radio. La música de la diva del pop Lady
Gaga lo invita a posar frente al espejo, que le rebota
su imagen de fashionista*: abundante gomina,
pantalones entubados, camisa de rayas con un botón
desabrochado que deja ver su pecho lampiño, saco
negro y zapatillas verdes de marca —compradas en un
almacén de Chapinero— y mochila al hombro.

El paisa, radicado en Bogotá desde hace ya varios
años, se destaca entre otros jóvenes que transitan en
las calles abarrotadas del sector por su movimiento
particular de caderas. Jean Paul afirma sentirse siempre
en una gran pasarela donde él es una estrella.

La mañana se va en compras de la ropa que lucirá en
la noche. “¡Hora del almuerzo!”, gritó emocionado
como si estuviera esperando ese momento. El lugar:
un restaurante cercano al Carulla de la 63 con 7ª.
El banquete: fríjoles, arroz y carne, consumidos con
una charla de amigos. El anfitrión: Jean Paul, quien
presenta el plan de acción. Los invitados: tres jóvenes
con cabello largo (uno lo lleva peinado en punta, otro
lo tiene atravesado en la cara de tal forma que sólo
se asoma un ojo y el más joven lo lleva partido a la
mitad). Martín, Jorge y Camilo escuchan atentamente
las instrucciones de Jean Paul.


Nuestra Señora de Lourdes

La iglesia más tradicional de la localidad de Chapinero
es la de Nuestra Señora de Lourdes, fundada en 1875
por el arzobispo Vicente Arbeláez. Elías Portanés,
sacerdote español que lleva allí más de 20 años y en
Colombia medio siglo, afirma que la mayor parte de los
fieles de Lourdes no son habitantes de Chapinero, “los
que vienen son personas que están de paso, que evitan
la hora pico, que esperan a alguien y entran a rezar un
poquito, que esperan el Transmilenio, en fin…”.

El sacerdote afirma que la iglesia de estilo gótico está
en un lugar referencial de Bogotá y que es “uno de
los sectores más inseguros de la ciudad. Hay de todo:
marihuaneros, drogadictos, corruptores de menores y
ladrones, y la Policía no puede hacer mucho”. Añade
que “las leyes son muy permisivas; la Alcaldía no tiene
leyes para actuar, y la iglesia no puede más que señalar
los focos de delincuencia a las autoridades”.

“El tema con estos ‘pelaos’ es que generalmente los
echan de sus casas por ser homosexuales; como la
mayoría no tiene educación superior, terminan en
prostitución o en alguna de las redes de delincuencia
del sector”, dice la alcaldesa de Chapinero, Blanca
Inés Durán.

La cita

Luego de salir de una peluquería del sector, Jean Paul
vuelve a su base de operaciones en Lourdes. En la
iglesia, frente a la inmensa puerta que lo quintuplica
en tamaño, se ubica como quien conoce la movida.
“Aquí llegan muchas y quedan pocas, mi amor”. Aclara
que aunque la proliferación de “acompañantes” en
Lourdes es evidente, hay mecanismos de selección, y
los que llegan tienen que dar parte de sus ganancias
a los otros, “eso cuando no se ganan la mechoniada o
peores cosas”, aclara.


Las riñas por un cliente o por enemistades entre
pequeños grupos de amigos son frecuentes en este
sector; cuando la noche cae se sienten más libres
para golpearse, insultarse, quitarse sus pertenencias
e incluso apuñalearse. Jean Paul casi muere en una
de esas peleas; perdió mucha sangre y sus amigos lo
dejaron tirado en el suelo para no tener problemas con
la Policía. Pasó dos semanas en un hospital y cuando
estuvo mejor volvió, reunió a un grupo de amigos y
juró vengarse de quienes lo atacaron, y así lo hizo.
“Aquí quien la hace la paga”, sentencia Jean Paul con
patético ímpetu.


Jean Paul conoce el negocio. Sus clientes son fijos,
reparte tarjetas con su nombre, teléfono celular y
horario de atención. Chapinero es zona gay, congrega  
a miembros de la comunidad LGBT de todo el país.


“Cuando vienen los ‘cuchos’ buscan peladitos bien
arreglados, ojalá ‘pollitos’ y cuando llegan los nuevos y
son vírgenes, cobran más”.

Ese viernes tiene cita con un hombre vestido de
traje, corbata, zapatos de charol, de unos 50 años; lo
acompaña a una panadería frente a la plaza, conversan,
sonríen, toman un café, no tienen sexo, pero eso
cuesta dinero, el tiempo vale. Por prestar servicios que
van desde besos y compañía hasta sexo puede cobrar
de $30.000 a $100.000.

Cuando este joven termina su jornada, que va de
las cinco de la tarde hasta las ocho o nueve de la
noche, sólo tiene que dar unos pasos para enfrentar
un nuevo reto. “Cuando se acaba, se acaba; tampoco
me voy a quedar toda la noche como otras puticas
que le hacen a borrachos y gente fea. Yo busco nuevos
rumbos, mi amor”.

Algunos de los vendedores de Lourdes se acomodaron
a la realidad de la plaza principal de Chapinero. Miguel
—vendedor de minutos a celular— señala que “hay
maricas, lesbianas, ‘cigarrones’, vendedores de drogas,
hay prostitución de niños, de hombres […], de niñas
no, ¡se mueren de hambre aquí!, este es un sector gay.
En Lourdes está lo peor de Bogotá”.

Los vendedores no sienten la presencia de la Alcaldía
Local, aseveran que nunca ven a funcionarios de programas
sociales en el lugar y que hay indiferencia, no
solo de organismos estatales, sino también de quienes
trabajan allí: “Aquí todos vemos de todo, pero nos
hacemos como si nada, cada uno en lo suyo, trabajamos
y dejamos trabajar; todo aquí es normal, uno que
otro atraco de vez en cuando, uno se acostumbra”, dice
Alfonso Méndez, lustrabotas en la plaza.

Menores de edad entre los 13 y 17 años desfilan en
su propio reinado de pobreza y ambición. Frente
al templo, niños y jóvenes de Chapinero y de otras
localidades compiten por el cabello más liso, el jean
más descaderado, la cola más levantada, la camisa más
llamativa, el contoneo de caderas más provocador,
los músculos más marcados, para subirse a uno de los
lujosos carros que paran y pitan.

Fabiola, vendedora de dulces, conoce los clientes fijos
de estos menores. “Son los ancianos; esos viejitos
llegan por ellos, parecen los papás, por eso pasan desapercibidos,
también vienen a recogerlos oficinistas”.

Al respecto, la alcaldesa de Chapinero explica: “Estamos
haciendo control. Ahora, si preguntas a los vendedores
ambulantes por mí, todos me odian; yo tengo que
hacer control de espacio público y a todos los retiro.
¿Qué dicen los vendedores de Lourdes?: ‘¿Por qué nos
retira a nosotros y no a los homosexuales?’. ¿Yo puedo
retirar a una persona por ser homosexual? ¿Es lo que
me están pidiendo? ¡No lo voy a hacer!… El control lo
hacemos, pero yo no voy a permitir que una persona,

por el hecho de ser homosexual, deje de caminar en
Chapinero”, reitera a los vendedores.

Una noche desaforada

Los nuevos rumbos a los que se refiere Jean Paul
cuando termina su jornada lo llevan al encuentro de
viejas amistades, del beso enérgico con la vendedora
de dulces frente al bar que frecuenta y de su “parche”.
La bandera gay, que tiene como símbolo el arcoíris, se
extiende de par en par. Un pequeño lugar de dos pisos
abre las puertas al joven que aspira la primera dosis
de cocaína de la noche, que lo lleva a disfrutar sin
inhibiciones: “Bailo con más frescura… yo la paso del
carajo cuando me trabo”.

Al parecer, sus planes no están en aquel lugar, así que
ingresa a Leo’s y Dcool —dos populares bares de la localidad—
ubicados en la calle 59 cerca a la carrera 9ª.
En el primero recurre a su documento para ingresar;
en el segundo la bienvenida es con “perico, periquito
del mejor a 7, a 7” (a $7.000 la dosis de cocaína).

Hay que aclarar que Jean Paul tiene solo 17 años. Al
primer bar entró por amistad con el celador del lugar;
al segundo, por la tarjeta de identidad vencida que
obtuvo de un amigo suyo que ya cumplió los 18: “Fue
un regalo en mis 17. Ese es mi pasaporte a la felicidad”.
En Dcool entró sin problemas, bailó con un joven
enérgico que se quitó la camisa y apretó el delgado
cuerpo de Jean Paul.

Y es allí donde se encuentra con Martín, Jorge y Camilo,
listos para la ejecución del plan, con ropa llamativa
y capas de maquillaje. Los dos primeros tienen 16 años
y, el último, 17.

“Orden de cierre definitivo”

La alcaldesa de Chapinero reitera que “cada fin de semana
estamos cerrando entre tres y cuatro establecimientos
por permitir la entrada de menores de edad, pero
¿qué hacen estos establecimientos? Tienen caletas para
guardar a los muchachos; cuando llega la Policía los
esconden en un baño, una bodega, o usan contraseñas
falsas para que ellos se identifiquen o los sacan por un
lugar alterno”. Y anuncia que está la Alcaldía “metiendo
infiltrados para que identifiquen a los menores y cuando
lleguemos no nos tomen el pelo”.

El bar Dcool, al que Jean Paul ingresó, ha sido cerrado
cinco veces. “A ese lugar le estamos haciendo proceso
de orden de cierre definitivo por el reiterado incumplimiento”,
dice la alcaldesa.

Ejecución del plan

Los invitados y el anfitrión, cervezas en mano, bailan
en círculo. Shakira, Beyoncé, Madonna y en especial
Lady Gaga incitan a Jean Paul a desaforarse; su baile
despierta la atención de Néstor, un hombre mayor,
quien más tarde lo invita a sentarse a su lado y tomar
de su whisky; pronto se acercan los invitados, todos
beben de la botella de Néstor.

Cambio de género. Una salsa clásica separa a Néstor de
su puesto; lleva a Jean Paul a la pista, allí el hombre
le propone al joven casarse con él y le ofrece mucho
dinero para complacer sus gustos. Es el momento;
ahora o nunca: los invitados saben qué hacer, un poco
de droga en la bebida de su víctima y listo. “Lo necesario
para dormirlo, para que no nos moleste mientras
nosotros hacemos lo que tenemos que hacer”, señala
Jean Paul.

Pronto la música a gran volumen, el baile y el ruido se
transforman en silencio. Un motel frente a Teathron
—la discoteca gay más grande de Colombia— es el lugar
elegido. “Toca quitarle todo, no se le deja nada de
valor, sólo para el taxi; desocupamos su cajero, todo lo
hacemos con cuidado; pero este traía joyitas y efectivo,
con eso nos conformamos, no somos tan ambiciosas”,
asegura Jean Paul con picardía.

Al salir de allí van a la casa de Martín, llevan las
cosas, hacen una especie de inventario de lo robado y
vuelven a los bares. “¿Qué si la noche se acaba? Para
nosotras no, mi amor, es el momento de celebrar, a
gastar se dijo…”. A las tres y media de la madrugada
ingresan a un amanecedero-bar ubicado en la calle de
los mariachis, la 57.

Frente al “amanecedero” de la calle de los mariachis
se ubica una patrulla de la Policía todos los viernes,
porque pese a que el establecimiento tiene orden de
cierre definitivo, lo siguen abriendo. “En este momento
estamos contratando gente para que entre a los
sitios y esté hasta las tres de la mañana, a ver quién
se queda funcionando después del horario permitido;
seguramente vamos a tener gente rumbeando y de un
momento a otro dicen: ‘Señores, somos de la Alcaldía,
vamos a tener un cierre’”, dice Durán con respecto a
los establecimientos que burlan las leyes.

Sin embargo, la funcionaria considera que hay un
mercado de rumba a esa hora, y que ella preferiría
—si estuviera en su poder— poner a funcionar bares
y discotecas que prestaran un servicio efectivo, sin
esconderse, sin poner en peligro la vida de sus clientes
en vez de provocar lo que hoy está logrando. “Es
preferible que se metan en un establecimiento que los
cuide y responda por ellos”.

“Tenemos control total…”

Carrera 7ª con calle 60, muy cerca de lo que se conoce
como el Gayhills —en la esquina de la Casa del Tango—,
el otrora parque de los hippies alberga a ebrios y
drogados que siguen tomando allí después de las tres
de la mañana, cuando termina la rumba en los bares.
El alcohol viene con ellos desde la casa o lo compran
en licoreras o en el ´Gayrulla’ de la calle 63, como
es conocido el hipermercado que funciona 24 horas,
donde algunos amanecen.

En Chapinero no solo la prostitución de jóvenes se
ubica en la plaza de Lourdes. En la esquina que conduce
al bar La Oficina, cinco o seis jóvenes exhiben
sus cuerpos, esperan un carro o un transeúnte que
les pare. El mercado parece moverse, se quedan hasta
altas horas de la madrugada. Más abajo, en la avenida
Caracas, dos travestis abren su gabardina para dejar
ver su ropa interior de encaje y las botas que les llegan
hasta las rodillas.

“En Chapinero tenemos control total de la prostitución
de travestis”, afirma la alcaldesa. Sobre la bebida en
la calle asegura que tienen un grupo de personas
que controlan el uso de licor en el espacio público y
va acompañado de la Policía. A los infractores se les
desocupan las botellas, se les pone un comparendo y
se les impone un curso cívico; la segunda vez tienen
una multa de $900.000.

“Hemos identificado que el 60% de las riñas se producen
por personas que están tomando en la calle; el otro
40% son riñas que ocurren después de las tres de la
mañana, se pelean por el taxi o porque miró la novia,
luego de salir de los bares. El grupo de gestores de la
Alcaldía y la Policía observa que no se presenten este
tipo de situaciones”, enfatiza la alcaldesa para demostrar
que tienen todo bajo control.

Andrés Lizarralde, coordinador de seguridad de la
Alcaldía Local, recuerda que en Chapinero hay de 70 a
75 establecimientos LGBT, entre los que se encuentran
bares, discotecas, restaurantes, whiskerías. Responde
a las acusaciones que le hacen a Blanca Inés Durán
aseverando que “todo es un asunto de percepciones;
las personas creen que porque la alcaldesa es lesbiana
les da privilegios a los homosexuales”.

Tras reiterar la consigna de la diversidad de la localidad,
Lizarralde continúa: “Desde el 2007 se firmó un
acuerdo con los bares, se articularon dispositivos de
seguridad, se recogieron basuras, se puso más luz en el
sector y ellos debían tener las garantías para funcionar
[…]. También hemos tenido campañas como ‘Y tú,
¿con quién vas?’, donde se promovía la prevención de
los trabajadores sexuales. Hay muchas personas que no
entienden aún que hay opciones diversas y que tienen
los mismos derechos. Nosotros no somos permisivos, incluso
somos más incisivos con el sector LGBT. Yo puedo
demostrar con cifras que Chapinero no es tan insegura
como parece; sin embargo, la gente sigue creyendo que
es muy insegura”.

Sobre este particular, Blanca Inés Durán presenta
cifras sobre el descenso de homicidios registrados en
2009, que llegó a 15 víctimas en un año, y ningún
caso estuvo relacionado con la comunidad LGBT. En los
primeros meses de 2010 la cifra fue de 18 personas.
Con los acuerdos que se han hecho con los bares, la
presencia de menores allí se ha reducido, aunque Lizarralde
admite que algunos incumplen la norma.

Los menores que encuentran robando o en un establecimiento
de rumba gay son conducidos a la Unidad Permanente
de Justicia (UPJ), pero ellos, en su desesperación,
prefieren cortarse las manos o causarse cualquier
daño físico antes que ser llevados a la institución.

La alcaldesa aclara que los recursos son limitados para
cubrir los distintos frentes: “Los habitantes de Chapinero,
según el DANE, son 135.000, a quienes se destinan
los recursos, pero la prioridad es para quienes tienen
necesidades básicas insatisfechas o están en situación de
pobreza, y Chapinero solo tiene un 17% de personas en
esa situación. Nosotros recibimos diariamente 1.500.000
personas que vienen de afuera, población flotante que
también genera problemas, pero no podemos atenderlos,
esa es la descompensación que vivimos”.

Jean Paul sabe que su actitud no es la mejor, y conoce
el plan de Alcaldía para apoyar a los menores en
prostitución. Con la Secretaría de Integración Social
se hace un acercamiento a estos jóvenes. “Proximidad,
proceso de confianza, algunos ingresan a programas
como Misión Bogotá, a estudios de validación o a un
colegio distrital y reciben atención psicosocial”, así lo
define Durán.

La gestión de Blanca Inés Durán —quien en 2010 se
casó con la antropóloga Catalina Villa, vestidas de
blanco y en medio de un ritual celta, en la notaria 28
de Chapinero gracias a la ley 54 de 1990 que les da
derechos patrimoniales a los homosexuales— ha sido
calificada como una de las mejores de Bogotá, y ella
dice que si la van a atacar, lo hagan con cifras, no
con prejuicios: “No tengo la culpa de que la gente le
interese más mi vida íntima”.


*Fashionista: seguidor de la moda

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