Tomé su mano. El sombrero nos cubría el pecado. Alrededor ebrios conversaban y afinaban las notas musicales de una canción cualquiera. Salí, esperé en el pasillo, salió, fuimos a otro cuarto. No fue mucho lo que pasó, solo unas cuantas caricias, solo besos descontrolados, respiración agitada, tiempo perdido.
El sonido melodioso de un clarinete rozaba mis orejas, la saliva era humedad, el soplo susurro. Dormí entre sus brazos.
Fue día y la vi desnuda, fue día y no la vi más.
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